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Hace tan sólo unas horas que llegué de
Galicia. Nunca había estado por el norte de España y tengo que decir que me ha encantado.
A lo largo de estos días, he estado de un lado a otro visitando
Santiago de Compostela,
Vigo,
Lugo y
A Coruña.
Una de las cosas que más me ha llamado la atención es la
gastronomía.
Había escuchado que allí se comía muy bien, pero decir bien es poco. No pasaban más de dos horas entre tapa y tapa.
Gastronomía aparte, debo decir que la
Catedral de Santiago sorprende mucho cuando la observas desde la
Plaza del Obradoiro. Es impresionante su fachada. Y, qué decir de
las calles, repletas de tiendas con productos típicos, bisutería y todo tipo de accesorios y artículos de regalo.
De
Lugo destaco
su muralla, me encantó pasear por allí. El cielo ese día estaba gris, pero hacía una temperatura agradable (algo inusual allí).
En
Vigo me quedé asombrada al ver a las
señoras que abrían las otras.
Una docena costaba entre 10 y 15 euros. Al parecer llevan toda la vida dedicadas a la venta de ostras.
En
A Coruña el tiempo no acompañó, fue el peor de todos. Mucho viento, lluvia y granizo. De allí, aconsejo visitar la
Torre de Hércules, a pesar del molesto viento subí hasta el último peldaño para observar desde el mirador. Las vistas eran preciosas.
Como todo lo bueno... el viaje llegó a su fin, pero seguro que muy pronto volveré. Lo pasé muy bien y me sorprendieron mucho los parajes gallegos.